Con ayuda de su abuela construyó en el patio de su casa un colegio para que sus amigos no estén en la calle.

Es un poco un juego pero tiene mucho de realidad. En San Juan hay una pequeña escuela creada por y para chicos. La fue armando un nene de 12 años en el patio de la casa de su abuela, en un proyecto que hoy resulta fundamental para un grupo de chicos de distintas edades del barrio Las Piedritas, a pocos kilómetros de la capital.

Se llama Leonardo Nicanor Quinteros, le dicen «Nico» y aunque aún no terminó la secundaria, ya es el «director» de su propia escuela. Solo, sin ninguna obligación, el chico fue adaptando su vida para ayudar a sus amigos. Cuenta su abuela Ramona que siempre fue un muy buen estudiante y que se las arregló para salir adelante sin que nadie le regale nada, pero creyó que era importante colaborar con sus compañeros. Y así, con lo que tenía a mano, empezó a darle forma a la Escuela Patria Unidad, su escuela.

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Hoy tiene seis cursos de primaria y también jardín. Por la mañana, Nico va al colegio y cuando regresa, transmite lo que aprendió a sus propios alumnos. «Vi que había muchos chicos por la calle, jugando y dando vueltas y le dije a mi abuela que iba a hacer una escuela y ahí empezamos».

De a poco y con ayuda de su familia y algunos vecinos, le fue dando fuerza a su proyecto solidario. Hoy, tiene pizarrón, biblioteca, libros de asistencia e incluso una dirección con armario y botiquín de primeros auxilios. También tienen una improvisada campana para llamar al recreo.

Los actos son respetados como en cualquier institución educativa y hay abanderados y un particular equipo de música, hecho con mucha creatividad para sortear la falta de presupuesto. Con ése reproductor escuchan y cantan el himno cada día.

Nico, explicó a Canal 8 de San Juan que sus amigos llegan de la escuela y «vienen para acá». Y en las clases ayudan a los chicos a preparar sus exámenes y a levantar aquellas materias en las que tengan mal rendimiento. «A mí me ayudó a pasar de grado, ahora estoy en tercero», dice una de las estudiantes de la escuela de chicos. «Me siento orgulloso de ayudar», dice Nico, con una satisfacción enorme que lo lleva a no bajar los brazos aunque no tenga recursos.

La abuela Ramona también participa preparando la merienda para los chicos. Ella no puede contener la emoción que le genera ver el gigante acto de su nieto de 12 años. Dice que está ahorrando para comprarle a Nico una bicicleta nueva para su viaje de 40 minutos hasta la escuela y que ruega cada noche para que el pequeño pueda superar las adversidades: «Sólo le pido a Dios que me dé vida para pagarle los estudios».

Con enorme orgullo y algunas lágrimas que intenta ocultar, Ramona explica que su nieto también tiene un curso nocturno porque los chicos llegan a toda hora. «No puedo creer lo que él hace», cierra la abuela del Sarmiento del Siglo XXI.