Por Bruno Sabella

Desde la llegada de Fernando de Magallanes en 1520 al estrecho que hoy lleva su nombre, cientos de exploradores y viajeros de todo el mundo llegaron al extremo sur del continente americano. Muchos de ellos lo hicieron en busca de aventuras, inspirados por la remota “Terra Australis Incognita” (“Tierra desconocida del sur”), otros llegaron en busca de nuevos saberes y conocimientos. Los exploradores de la Patagonia no fueron solamente europeos, sino que también muchos de ellos fueron argentinos.

Las preocupaciones geopolíticas de la segunda mitad del siglo XIX fueron principalmente: la polémica con Chile sobre los límites y la necesidad de poblar la Patagonia como forma de reforzar los derechos soberanos mediante el establecimiento de asentamientos militares y civiles. Todo esto exigió estudios previos y tareas de reconocimiento, y aquí es donde los “jóvenes exploradores” entraron en escena. Su misión era explorar los vastos territorios patagónicos para realizar las evaluaciones geográficas y los relevamientos necesarios que permitieran una adecuada delimitación de los límites y de las áreas y de las áreas aptas para la colonización.

Cada uno de ellos dejó su huella en la Patagonia y muchos incluso dejaron plasmado en sus crónicas viajeras valiosas historias que nos transportan a otra época por el sur de Argentina. La dedicación de los exploradores argentinos no tiene límites, ningún sacrificio era demasiado grande para ellos. El amor por el territorio nacional los caracterizaba y a cada uno de ellos los unía la inspiración de ir más allá de lo conocido. Estas son algunas de sus historias.

Francisco P. Moreno (Foto portada)

Francisco Pascasio Moreno (más conocido como «Perito Moreno») fue el explorador argentino más emblemático de la Patagonia. No fue solamente un viajero y explorador, sino que también fue un hombre con un profundo amor y respeto por la tierra. Un defensor de la Soberanía Nacional y un auténtico patriota. Nació en Buenos Aires el 31 de Mayo de 1852, hijo de Francisco Facundo Moreno Pisillac, un porteño patricio que acababa de regresar a la Capital, después de la Batalla de Caseros, tras haberse exiliado en Uruguay, a raíz de la dictadura rosista.

Su madre era Máxima Juana Thwaites Rubio, hija del oficial británico Joshua Thwaites Gibson, que fuera capturado durante la Segunda Invasión Inglesa al Río de la Plata, allá por 1807. El pequeño Francisco, desde niño, demostró una marcada inclinación hacia la naturaleza. Cuenta la leyenda familiar que una tía abuela paterna suya se había vuelto una figura casi legendaria de la época debido a sus viajes en carreta para visitar a sus parientes, diseminados por toda la geografía. Dicen, además, que recolectaba y guardaba todo lo que le llamara la atención en su travesía: piedras, huesos, restos de animales, plantas, herramientas, etc.

Desde muy joven su afición por las ciencias naturales lo llevó a formar colecciones paleozoológicas, botánicas y antropológicas. Por encargo de la Sociedad Científica Argentina exploró la Patagonia desde Carmen de Patagones, por el valle del río Negro y el Limay, hasta el lago Nahuel Huapi y la cordillera de los Andes. En julio de 1874, el Ministro de Relaciones Exteriores, Dr. Carlos Tejedor encomendó a Moreno una nueva misión de exploración en la Bahía Grande de Santa Cruz, donde los chilenos habían levantado un caserío. A partir de ese momento, las misiones del perito Moreno tendrían por objeto tanto asegurar la soberanía argentina, como fines científicos.

Gracias a la intervención del perito Moreno, Argentina obtuvo cuarenta y dos mil kilómetros cuadrados en disputa con Chile. Fue tan determinante su labor, que el propio Sir Thomas Holdich, el árbitro inglés, le dijo: «todo cuanto gane el pie argentino al oeste de la división continental se deberá enteramente a usted». Su intervención fue crucial, también, para que los colonos galeses de la Patagonia aceptaran y prefirieran vivir bajo la soberanía argentina. Moreno también fue un notable impulsor del scoutismo en la Argentina y el artífice de la primera cumbre presidencial entre Argentina y Chile, que tuvo lugar, ya superado el diferendo fronterizo, el 15 de Febrero de 1899, entre los presidentes Julio Argentino Roca y Federico Errázuriz Echaurren, en el Estrecho de Magallanes.

Reconoció el río Santa Cruz hasta sus fuentes, viaje en el cual descubrió el lago San Martín. Posteriormente retornó a la Patagonia y emprendió una nueva expedición por la zona de los lagos. Por sus conocimientos acerca de la región andina austral, fue designado perito de la comisión de límites entre la Argentina y Chile en 1902. Las valiosas colecciones científicas reunidas en sus viajes las donó para constituir el Museo Antropológico y Arqueológico de Buenos Aires, del cual fue nombrado director.

Sobre esta base se creó, en 1884, el Museo de La Plata, con nuevas colecciones donadas también por Moreno. Obras: Viaje a la Patagonia austral; Viaje a la región andina de la Patagonia; Apuntes preliminares sobre una excursión a los territorios de Neuquén, etc. Luchó denodadamente para concretar su sueño de un gran museo porque consideraba que era una esperanza importante para el futuro del país. Junto a otros hombres de su época, aspiraba a convertir a la cuidad de La Plata en el principal centro cultural y científico de la Argentina. Como otros prohombres de su generación, estaba decidido al desarrollo de la ciencia en favor de la patria, y fue él quien decidió llamar a esta institución «Museo de La Plata», entendiendo que esta nueva institución abarcaría todas las ramas de la Historia Natural.

Jorge Luis Fontana

El explorador argentino Jorge Luis Fontana nació en Buenos Aires el 19 de abril de 1846 y fue un militar, geógrafo y escritor, así como también el primer gobernador del territorio nacional de Chubut, y fundador de la ciudad de Formosa. El 17 de enero de 1859, contando con tan sólo 13 años de edad, se enlista como soldado del ejército en la Comandancia de Río Negro, donde tuvo su bautismo de fuego al luchar contra los indios invasores, destacándose por su valor, por lo que mereció la mención de “soldado distinguido”. Se trasladó a Buenos Aires con el fin de estudiar medicina y física.

En 1875 fue designado secretario de la gobernación del territorio del Chaco. Años más tarde, en abril de 1879 fundó la ciudad de Formosa. En 1884 finalizan las tareas de colonización militar en el Chaco. A partir de ese momento Fontana recibe órdenes de trasladarse a Chubut y es nombrado gobernador al año siguiente. Su espíritu explorador no descansa y realiza varios viajes de reconocimiento en la Patagonia. Además organizó y dirigió la dirección de la IV Comisión Demarcadora de Límites con Chile. De regreso a la Patagonia que había visitado en su infancia, y en 1884 fue nombrado primer gobernador del nuevo Territorio Nacional del Chubut. Allí dirigió la expedición al oeste, con un grupo explorador denominado los «Rifleros del Chubut», que descubrió el valle 16 de octubre, zona fértil precordillerana que se convertiría en un nuevo asentamiento de la colonia galesa de Trevelin. Transcurrió sus últimos años en la provincia de San Juan, donde ocupó varios cargos públicos y comunitarios.

Carlos y Florentino Ameghino:

Los hermanos Ameghino son recordados como grandes exploradores y conocedores de la Patagonia. Le llamaron Florentino (18/9/1854 – 6/8/1911) y Carlos (l7/6/1865 – 12/4/1936) que junto con Juan fueron los tres hijos -sin descendencia- de los genoveses Antonio y María Dina Armanino, nacidos en Luján (Bs.As.). Sin duda, Florentino fue el más destacado, pero en su fama científica mucho tuvo que ver su hermano Carlos, aspecto reconocido.  Se complementaron armoniosamente en la tarea rastreadora del pasado terrestre, pero en lo patagónico Carlos fue el gran «proveedor» de Florentino en cuanto a restos paleontológicos y arqueológicos, principalmente.

Ambos hermanos tuvieron suprema unidad de acción en la labor científica y Carlos ayudó muchísimo a Florentino: «Carlos, explorador de ciencia dedicado exclusivamente a trabajar por Florentino, de suerte que ambos constituyen la misma persona», de acuerdo a Mercante-Ambrosetti. Florentino era esencialmente autodidacta, no por ello solamente buscador y descubridor de «huesos» y elementos aborígenes, sino que acompañó hallazgos y donaciones con profundos y revolucionarios estudios e ideas personales. El lujanense, perteneciente a la «escuela de los que se hacen solos», llegó a hablar y escribir correctamente el francés y dominar alemán, italiano e inglés. Hizo sus primeras excavaciones e importantes hallazgos en las orillas del río Luján y concretó primeras publicaciones a los 21 años -algo notable-, y a los 26 (1880/81) da a conocer «La antigüedad del Hombre en el Plata», dedicando el capítulo XII a «El hombre prehistórico en Patagonia».

Para Florentino, parece que escritos del famoso geólogo inglés Carlos Lyell, con sus «Principios de Geología» y teoría sobre modificaciones de la corteza terrestre lo introdujeron en la pasión científica. Pero claro, Charles Darwin estaba en lo más alto del altar de su coincidencia científica. Florentino Ameghino compartió el evolucionismo transformista darwiniano y le agregó otros factores y actores de propia cosecha, como el inicio de la vida humana, el hombre, en la parte sur del continente americano. Defendió a su «hombre fósil argentino”. Para Florentino Ameghino, «el hombre no desciende del mono (Darwin tampoco dijo eso) sino de un tronco común remotísimo». Participante en reuniones científicas internacionales y miembro de sociedades afines. Solamente título de maestro, muy joven, pero llegó a director del Museo Nacional de Historia Natural, secretario subdirector del museo de La Plata.

Carlos, «contagiado de la ciencia», fue algo más que su mano derecha. Desde jovencito anduvo con Florentino en correrías paleontológicas y arqueológicas. Varios años por la Patagonia a partir de 1887. Desde Carmen de Patagones al estrecho de Magallanes. «Recogió en esos viajes gran cantidad de informes geológicos y paleontológicos, colecciones interesantes de vertebrados y de invertebrados fósiles que fueron estudiadas por su hermano Florentino y por Von Ihering».

Carlos María Moyano:

El Capitán Carlos María Moyano nace en Mendoza en 1854 y a los 20 años se incorpora a la Marina de Guerra. En 1876 presta servicios como segundo del capitán Luis Piedrabuena en la goleta Santa Cruz. En 1877 se incorpora como cartógrafo y topógrafo a la expedición de Francisco Moreno y durante 4 meses remontan el río Santa Cruz, bautizan el lago Argentino, visitan el lago Viedma, dan nombre al cerro Fitz Roy y descubren el lago San Martin. En 1878, ascendido a teniente de marina, explora junto a Ramón Lista el río Chico hasta sus fuentes, descubriendo el lago Quiroga. Ese año se crea la Subdelegación de Santa Cruz. Moyano es nombrado subdelegado a los 24 años de edad.

Se instala en el Puerto Santa Cruz y su principal preocupación como gobernador fue conocer el territorio a instalar pobladores. En 1878, su tercera expedición lo lleva nuevamente al lago San Martín por una nueva ruta. En 1879, intentando repetir el viaje de Musters que viajó con los tehuelches desde Punta Arenas hasta el río Negro, se interna por las sendas de la precordillera hasta la desembocadura del río Chubut, para explorar la posibilidad de las aguadas necesarias para transportar ganado desde el estrecho hacia las nuevas tierras a poblar. En 1880 y 81 exploró un nuevo camino por la costa a lo largo de toda esta Zona y en 1883 recorrió hasta el Océano Pacífico.

Luego fue llamado a Buenos Aires a integrar el Estado Mayor de la Armada. Su último viaje lo realizó en 1890, desde la costa hasta la precordiIlera andina del territorio del Chubut, cuando descubrió y bautizó el lago General Paz. Moyano es el más notable explorador geógrafo del país. Su mejor biógrafo dijo: «recorrió a caballo en sus siete expediciones unos 8.500 kilómetros, sin contar viajes de curiosidad o placer como el de 1885 cuando fue desde Santa Cruz al cabo Vírgenes en el estrecho a ver qué pasaba con el oro. Esta enorme distancia la recorrió en 464 días de viajes terrestres, es decir, 1 año, 3 meses y 1 semana».


Nota Bruno Sabella