Empecinado en hacer una nueva lectura de las letras de tango, el Lic. Rataplán echa luz aquí sobre uno de los tangos más interpretados de la historia, Tinta Roja.

En este tango de Sebastián Piana y Cátulo Castillo este notable letrista arranca con una advertencia que indignaría a cualquier dueño de tintorería: Pare Don, tinta roja, es decir “Guarda que mancha”. Comienzan aquí una serie de contradicciones inconcebibles porque fijensé ustedes (tangueros obsecuentes que desde hace décadas vienen escuchando tangos ignorando su verdadero sentido), que esta letra principia tratando de “Usted” al “Don” que está a punto de estropearse el traje con la tinta roja pero a continuación “lo tutea” como si hubiesen pasado la noche juntos: Pare Don, tinta roja, Tu emoción de ladrillo feliz. Y parte de la contradicta radica en el hecho de que lo tutea achacándole un corazón de piedra. Porque convengamos que esta frase Tu emoción de ladrillo feliz es infeliz desde todo punto de vista, a no ser que yo me esté equivocando y descubramos ahora que los ladrillos son felices con su destino estático y apilativo. Qué sé yo, imaginemos a una madre diciéndole a su vástago: “Ay, hijito mío, ojalá que cuando seas grande seas feliz como un ladrillo” o“Yo fui tan feliz apilándome con tu padre”.

Pero continuemos con el esclarecimiento de este tango, dice la letra: Y al botón / que en lo ancho de la noche / puso al filo de la ronda / como un broche. ¡Qué alguien me explique las funciones aleatorias, metafóricas o literales del botón y del broche! El botón, penetra; el broche, se adhiere, ¿son compatibles sus destinos? En caso de serlo, lo sugerido nos estaría indicando que “penetrando en lo ancho, el filo de la ronda se adhiere como un broche” pero si una ronda es redonda ¿de qué filo estamos hablando?

Ahora bien: ¿Quién se adhiere como un broche? El tano melancólico. ¿A qué cosa se adhiere? Al buzón carmín que lo hace lloriquear. ¿A qué nos remite la forma de un buzón? De acuerdo, no avanzaré sobre este asunto para no herir susceptibilidades pero no claudicaré a la hora de dar mi versión definitiva del metamensaje de este tango. Porque entre la improcedencia del tuteo, la “felicidad de apilarse como un ladrillo”, el estigma “botón-broche” y la imagen fálica del buzón que genera nostalgia, el final de la primera estrofa de este tango no podía ser más explícito que diciendo y aquel buzón carmín / y aquel fondín donde lloraba el Tano / su rubio amor lejano que mojaba… No habla de la “rubia” del Tano, habla del “rubio” de ignota procedencia amado por el inmigrante peninsular, rubio amor que encima lo humedece con el recuerdo. Podríamos concluir entonces que Tinta Roja se inscribe en la corriente ambigua dentro del tango, en lucha desigual contra la falsa estirpe machista que termina siendo, según mi comprobación, pura patraña engañosa para aparentar ser lo que no se es.

Tinta Roja (1941)
Letra: Cátulo Castillo
Música: Sebastián Piana

Paredón,
tinta roja en el gris del ayer…

Tu emoción de ladrillo feliz
sobre mi callejón
como un borrón pintó la esquina.

Y al botón,
que en lo ancho de la noche,
puso el filo de la ronda como un broche.

Y aquel buzón carmín
y aquel fondín donde lloraba el tano
su rubio amor lejano
que mojaba con bon vin.

¿Dónde estará mi arrabal?…
¿Quién se robó mi niñez?…
¿En qué rincón, luna mía,
volcás como entonces tu clara alegría?

Veredas que yo pisé,
malevos que ya no son.
Bajo tu cielo de raso
trasnocha un pedazo
de mi corazón…

Paredón,
tinta roja en el gris del ayer.

Borbotón,
de mi sangre infeliz
que vertí en el malvón
de aquel balcón
que la escondía…

Yo no sé
si fue el negro de mis penas
o fue el rojo de tus venas
mi sangría.


Fuente: El Tangauta – Lic. Rataplán