La inmigración también llegó a la cocina: areperías venezolanas, tacos mexicanos, tiraditos peruanos y espressos de Guatemala conquistan la ciudad.

Descubrí la cocina latinoamericana yendo de vacaciones a Colombia, Perú, Bolivia. De cada experiencia me quedaron los sabores grabados. Y acá, en Buenos Aires, recupero parte de todo eso yendo a comer a restaurantes peruanos alrededor del Abasto, también a Palermo», cuenta Agustín Cowper Coles, diseñador gráfico y fotógrafo en Color Llama Studio. «Es mi primera vez en iLatina. Y el lugar es genial. Por un lado, la música, el trato de la gente, el ambiente, todo te lleva a Latinoamérica. Pero la comida, si bien reconocés algunos ingredientes, como el patacón (el plátano frito), está varios niveles por arriba, con una presentación y una complejidad maravillosas», cuenta, mientras comparte una mesa con amigos.

Siempre se dijo que la cocina argentina desciende de cocinas europeas. Están ahí, a flor de paladar, las costumbres italianas y la herencia española, junto a influencias judías y árabes, alemanas e inglesas. Sobrevolando esto, la prestigiosa técnica francesa, enseñada en las escuelas gastronómicas de todo el país. Pero este discurso eurocentrista parece hoy anticuado. Desde hace ya un tiempo, la Argentina dejó de mirar (solo) a Francia, Italia y España para reconocerse como parte de Latinoamérica, con cocineros, productos y propuestas que dan color y sabor a los mejores platos del país.

«Nosotros teníamos una influencia europea gigante en nuestro modo de pensar la cocina», admite Fernando Rivarola, chef y propietario junto a Gabriela Lafuente de El Baqueano, restaurante que este año festejará su primera década de vida. «Primero, porque venimos de familias inmigrantes europeas, segundo por que habíamos estudiado y trabajado en restaurantes de Europa. Y, tercero, nuestros principales referentes eran de allá, chefs de Francia primero, de España luego. Era lógico que comenzáramos emulando esto en nuestros platos. Luego nos pasó algo maravilloso: a través de congresos y ferias encontramos la puerta a Latinoamérica. Comprendimos que toda la región comparte muchísimas cosas, desde preparaciones hasta productos, pero además ecosistemas. También surgieron nuevos referentes. En Perú, Gastón Acurio, con su filosofía de la gastronomía como arma de revolución social. En Brasil, Alex Atala, que piensa la cocina como herramienta social. Y Enrique Olvera, en México, colocando la gastronomía en el lugar de patrimonio de la humanidad. Con el ciclo Cocina sin Fronteras apostamos a eso, a redescubrir productos autóctonos junto al intercambio entre países y profesionales de la región. Viajando y encontrando los nexos de las distintas cocinas de Latinoamérica», afirma el chef de uno de los mejores restaurantes del país.


Fuente: La Nación, crédito: Paula Salischiker.