Sucedió hace más de cien años pero las medidas sanitarias fueron las mismas: frecuente lavado de manos, mascarillas, distanciamiento social y cuarentena. La pandemia conocida como gripe española, que azotó entre 1918 y 1920 infectando a un tercio de la población mundial, guarda asombrosas similitudes con la alarma planetaria por la propagación del covid-19. En la historia de se trata de uno de los capítulos más mortíferos.

Emergió en paralelo a la Primera Guerra Mundial. Esa situación específica hizo que la nueva neumonía fuera exponencialmente más letal de lo que ya era por sí sola, dado que el principal vector de propagación fue el flujo constante de soldados por países de los cinco continentes. Además, por las circunstancias propias del conflicto era difícil en muchos países la debida atención médica, el respeto cabal a la cuarentena y particularmente el flujo informativo para mantener al tanto a la población sobre las medidas preventivas. En sentido estricto, se trató de una guerra dentro de otra.

No era española

No comenzó en España, como espuriamente lo dice su nombre, sino en Estados Unidos. Quien es considerado paciente cero de la enfermedad tenía por nombre Albert Gitchell y trabajaba como cocinero en el campamento de Fort Riley, en Kansas, pero aún no hay explicación de cómo contrajo el virus. La mañana del 4 de marzo de 1918 Gitchell se reportó en la enfermería de la instalación militar con fiebre, dolor de cabeza y de garganta. Al mediodía ya eran más de cien los soldados que manifestaban los síntomas.

Fort Riley era una especie de campamento de transición donde hacían entrenamientos reclutas que iban a cumplir labores en otros fuertes de EEUU o en Francia, directamente en las trincheras de la guerra. Por eso, no es de sorprenderse que pocas semanas después, a finales de abril, la gripe ya había invadido toda la costa este de EEUU y las costas francesas. De allí se diseminó al mundo entero.

Dependiendo del país se tomaron medidas específicas, pero en general en la mayoría se suspendieron las actividades públicas, las clases, se realizaron desinfecciones masivas de edificaciones, se instó al uso de la mascarilla y a reforzar las medidas de higiene personal a lo interno de los hogares. Como hoy, se difundieron instructivos para el correcto lavado de manos; en Francia, aunque no cerraron las iglesias, se obligó a mezclar el agua bendita con desinfectante. Los ingleses insistían en que debían mantenerse las ventanas abiertas para la libre circulación de aire, los chinos promulgaban lo contrario y se mantenían clausurados.  Lamentablemente la ferocidad de la guerra hizo que cualquier medida sanitaria pasara a un segundo plano, especialmente en Europa. Sobrevivir a las bombas era más urgente que sobrevivir al virus.

La falta de una instancia global que ayudara con lineamientos y una estrategia unificada- La Organización Mundial de la Salud no se creó sino más de 40 años después- redundó en que los esfuerzos particulares y a veces antagónicos fueran insuficientes así que la enfermedad tuvo tres picos de contagios durante el tiempo que duró la pandemia. La gripe llegó a lugares tan recónditos como Alaska, donde desaparecieron aldeas completas.

En cuanto a su apelativo, vino dado por la neutralidad de España en la guerra, lo cual derivó en que la prensa ibérica hablara abiertamente del virus, cosa que  no hacían ni EEUU ni los países de Europa que hacían parte del conflicto. Que sólo se oyera hablar de la enfermedad en España hizo creer a la opinión pública que era allí donde había nacido.

De hecho, en Estados Unidos, en otra situación asombrosamente similar a la contemporánea, no sólo no se hablaba del brote, sino que las cifras de muertes y contagios se salieron de las manos de las autoridades dado que el presidente Woodrow Wilson se negó a tomar medidas sanitarias en la creencia de que ese tipo de acciones y noticias haría decaer la moral de la población y de las fuerzas armadas en plena guerra mundial. Al culminar el conflicto y amanainar la pandemia, EEUU sumaba más de 200 mil muertos. En cuanto a sus soldados, mayor fue la cifra de víctimas fatales por gripe que los caídos en combate.

Aunque no hay consenso sobre la cantidad exacta de fallecidos a nivel mundial por causa de esta gripe, se calcula que fueron entre 50 y 100 millones de personas. Décadas después se determinó que se trataba de una cepa A de H1N1, ancestra de la que mucho después volvió a sembrar pánico y muy parecida a la que causa el nuevo coronavirus.

La gripe española en Argentina

La enfermedad ingresó al país en 1918 por el puerto de Buenos Aires y avanzó en dos oleadas. Primero se propagó hacia el norte del territorio, entre octubre y noviembre de ese año. Y permaneció latente hasta el invierno de 1919, cuando comenzó a descender desde Salta hacia las provincias del centro y sur. Según el Departamento Nacional de Higiene, la primera oleada provocó 2.237 muertes, mientras que la segunda tuvo un mayor impacto: 12.760 casos fatales, la mayoría de ellos en las provincias del norte y Cuyo.

Un dato a considerar es que por entonces las actuales provincias de Misiones, Formosa, Chaco, La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego eran consideradas territorios nacionales, por lo que se carece de datos poblacionales y epidemiológicos de ellas.

La realidad desigual de los sistemas sanitarios del interior –heterogéneos y fragmentados–, junto con las diferentes condiciones socioeconómicas de cada provincia, configuraron el terreno propicio para que la gripe impactara más en el norte del país que en el centro y el litoral en general, en términos de mortalidad.

Es posible establecer una relación entre las altas tasas de mortalidad, los elevados índices de analfabetismo y la esperanza de vida al nacer, todos indicadores de las condiciones de vida de la población. Un análisis similar merece la cantidad de médicos por provincia, ya que en ausencia de datos que permitieran ponderar cuantitativamente las condiciones de los sistemas sanitarios, los investigadores tomaron el número de doctores cada mil habitantes como un indicador de la capacidad de atención sanitaria. “Las tasas de mortalidad más altas se dieron justamente en las provincias que contaban con menor cantidad de médicos”, sostiene.

La crisis que reflejaron los medios

Se analiza el tratamiento periodístico que los diarios La Nación, La Voz del Interior y Nueva Época dieron a la epidemia y sus repercusiones. Observaron que cada diario utilizó la enfermedad para oponerse políticamente al gobierno nacional, provincial o municipal. “Así como la H1N1 fue utilizada en términos políticos en 2009, la Gripe española también fue aprovechada por la oposición o por los mismos diarios”.

Para los investigadores, los tres periódicos utilizaron la epidemia para desarrollar una oposición política con el propósito de generar una opinión contraria al gobierno. “Aunque el discurso estaba centrado en la epidemia, tenía como finalidad imponer en la opinión pública una mirada de ineficacia, de indolencia e ineptitud, que no sólo se circunscribía a la enfermedad sino a los desafíos futuros de los gobiernos, en todos los casos radicales, en todos los niveles del Estado”, apunta el investigador.

El análisis realizado muestra que mientras La Nación generaba una crítica sutil hacia el gobierno radical (nacional y municipal), haciendo hincapié en las contradicciones entre el discurso y las medidas adoptadas; La Voz del Interior arremetía con menos delicadeza en contra del gobierno provincial, acusándolo de electoralista, ineficiente y corrupto, frente al trabajo desinteresado de la municipalidad de Córdoba. El diario Nueva Época, en tanto, criticaba por igual al gobierno nacional, provincial o municipal.

Información clave

Expertos coinciden en que la capacidad letal de la gripe española no está ni de cerca a la del covid-19 debido que los seres humanos ya cuentan con la memoria epidémiologica suficiente como para sortear en mucha mejor medida a los distintos tipos de cepas de influenza, de lo cual adolecía la humanidad a principios del siglo XX.

Adicionalmente, que hoy el flujo informativo sea mucho más abierto y diverso permite que la población esté más preparada para enfrentar la enfermedad. Las dicultades para estar al día en 1918, tanto por la falta de tecnología como por la censura debido a la guerra, fue un factor clave que contribuyó a la masificación de la pandemia.

En fin, que son muchas las lecciones que dejó la gripe española. La crónica de esos casi dos fatales años son vitales para comprender lo que el mundo vive hoy con el nuevo coronavirus, un vital desafío epidémiologico que supone un reto de máximo calibre para los científicos y líderes de esta generación.


Fuentes: Periodico Últimas Noticias Caracas y sobre la gripe en Argentina: Historia Social de la Salud y la Enfermedad Director | Adrián Carbonetti. Equipo de investigación | Dolores Rivero, María Laura Rodríguez, Lila Aizemberg, María Marta Andreatta, y Gastón Rizzi. Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (Ciecs) dependiente de la UNC y Conicet.