En Buenos Aires hay 14.315 ejemplares. Noviembre es la época en que más se lucen, especialmente en algunas avenidas.

Noviembre es Buenos Aires en color jacarandá. Sus flores tapizan veredas, plazas y avenidas. Con una llegada lenta en comparación a otros años, ya se las puede aprovechar en plenitud. También, en sus distintas variantes: en sucesión a lo largo de las calles, en copa o solas, con forma de campanilla. También, en lila, celeste o azul violáceo.

Los jacarandás llegaron hacia finales del siglo XIX, traídos de las selvas húmedas del Norte del país. Fueron adoptados por los responsables de forestar la Ciudad entre 1890 y 1930. Entre los primeros y más importantes introductores, está Carlos Thays, el paisajista que le dio a Buenos Aires sus formas definitivas, también las más bellas. Pero desde entonces pasaron siglos y estos árboles, con sus racimos de flores sin hojas, siguen invitando a otras formas de mirar lo urbano. Aunque este año se hicieron esperar.

“Este noviembre se demoró la floración. Y al inicio del mes no fue tan abundante como en el pasado”, describe Jorge Fiorentino, gerente de mantenimiento de arbolado de la Ciudad. Para comparar tiene una fecha, el 4 de noviembre, el día del cumpleaños de su padre. “En 2017 estaban en la plenitud, en copa. Este año, para la misma fecha, recién empezaban a florecer”, dice. Al tiempo que explica que la floración se puede adelantar o atrasar, y que está estimulada por dos factores que pueden variar de un año a otro: la longitud del día (cantidad de horas) y temperatura. “A partir de esta semana -agrega- los encuentro más florecidos”.

Gabriela Benito, ingeniera agrónoma y curadora del Jardín Botánico, observa algo similar, aunque basado -advierte- en una percepción personal. “No veo que hayan florecido tan espectacularmente como otros años. Podría deberse a las lluvias que tuvimos en las últimas semanas”, dice. “Esos temporales -sigue- podrían haber provocado que las flores de jacarandá cayeran, haciendo que los árboles perdieran densidad”. Pero también aclara que no hay de qué preocuparse, que la Ciudad ofrece distintas rutas, recorridos, en los que los jacarandás jamás defraudarán.

«Los ejemplares dispuestos en la Plaza Seeber (Libertador, Kennedy, Sarmiento y Colombia, en Palermo) son de los mejores. En Plaza Italia también hay una doble alineación muy bonita. Al igual que Avenida del Libertador, Figueroa Alcorta o la 9 de Julio», enumera. Estos últimos son especialmente disfrutables en auto o arriba de un colectivo: las flores lila eléctrico funcionan como antídoto cuando el tránsito se estanca.

Pero admirar a los jacarandás puede hacerse desde cualquier punto. Los 14.315 ejemplares, según datos del Ministerio de Ambiente y Espacio Público, se distribuyen en todo el suelo porteño, aunque con preponderancia en el noreste de la Ciudad. Hacia el Centro están los más añejos y en Puerto Madero los más jóvenes. Desde el Gobierno estiman que en ese barrio hecho a las orillas del Río de la Plata hay alrededor de 800.

El paisaje urbano que regalan los jacarandás en esta época del año se convirtió en marca e incluso en referencia para visitar estas latitudes. «Las postales de la Ciudad teñida de violeta son imágenes que los porteños esperamos ansiosos, igual que todos los visitantes que llegan a Buenos Aires”, comenta el ministro Eduardo Macchiavelli. Y en foros como TripAdvisor se leen consultas de viajeros sobre las fechas en las que puedan asegurarse de ver a los jacarandás en flor.

El jacarandá es uno de los pocos árboles que tiene la característica de florecer antes de que aparezcan sus hojas. Sus copas lilas -o celestes o azuladas- son pura flor y no compiten en color con las hojas. Hace tres años sus ejemplares estuvieron amenazados por un insecto conocido como «chinche de encaje», que mide apenas unos tres milímetros pero tiene alto poder de daño. De todas formas, este año incluso aquellos árboles atacados por esa plaga ofrecieron nuevos brotes y este mes regalaron flor.


Fuente: Clarín