En los últimos 20 años se encontraron 44 nuevas especies y alcanzan un total de 170; algunas de las razones: las construcciones en el Delta y el aumento de avistadores.

Hace tres años que un grupo de observadores de aves sigue una novela que transcurre en los bosques de Palermo. La historia comienza en 2013, cuando en la isla del lago Regatas, muy cerca de La Pampa y Figueroa Alcorta, aparece una aninga, un ave de 60 centímetros, cuello largo y pico afilado. Originaria del litoral, los bosques pasan a ser el único lugar de la ciudad donde se puede ver esta especie.

Hasta mediados de 2015, la historia revela cómo el ejemplar llega a adulto y desaparece. Un mes después regresa con un macho. ¿De Ceibas? ¿Del Delta? ¿De Corrientes? ¿De Iberá? No se sabe. Arman un nido y nacen cuatro pichones. Los alimentan de peces del lago y cuando aprenden a volar emigran junto al macho. Hubo que esperar hasta mediados del año pasado, cuando el macho regresó, para volver a encontrar acción. Vuelven a armar un nido y por estos días se ocupan de criar a tres pichones. Pero como si la historia no tuviera suficientes actores, el mes pasado apareció una segunda pareja de aningas.

«Todo, con fotos y fechas, lo tenemos apuntado», jura Diego Carús, que tiene 28 años y por la tarde, cuando deja su puesto de analista de sistemas en una empresa de comunicaciones, se instala con binoculares en algún rincón de las 370 hectáreas de los bosques de Palermo. Allí registra especies y trata de entender sus comportamientos. Empezó a hacerlo en 2013, luego se sumó al Club de Observadores de Aves de Palermo, hizo el curso de intérprete naturalista en Aves Argentinas y lideró un censo de especies que viven, sobrevuelan o pasan algún tiempo en el Parque 3 de Febrero, como se llaman formalmente los bosques.

Este trabajo terminó en diciembre y arrojó un resultado que entusiasma: en el parque se pueden observar 170 especies de aves, 44 más que las registradas en 1998, cuando se hizo la última lista de aves.

Entre las nuevas especies hay nativas que regresaron a la zona; ejemplares originarios del litoral, la región pampeana y hasta de la Patagonia, que nidificaron o están de paso en su camino de migración; y aves liberadas por porteños o que escaparon de sus jaulas y conformaron una población. Junto a la aninga, el ñacurutú es otra de las especies «estrellas» que ahora habitan los bosques. Se trata del búho más grande de América. Mide medio metro y se alimenta de roedores, palomas y aves chicas. «Lo más cerca de la ciudad que se las veía era en el Delta o en la isla Martín García. Pero desde 2015 las tenemos en Palermo, donde tienen nidos y si uno es paciente, de noche se los puede ver cazar», asegura Cinthia Guevara, veterinaria y una de las observadoras que acompañó a Carús con sus registros.

El carpintero bataraz chico se sumó a la población de la zona atraído por las tipas añejas que hay a lo largo de Libertador y que tienen una corteza fácil de picar en busca de larvas e insectos.

Otros habitantes nuevos son los gavilanes mixtos, un ave rapaz que mide medio metro y se alimenta de roedores y palomas. El pato picazo, originario de las lagunas pampeanas, también se instaló en los lagos de Palermo. Pese a lo que muchos creen, Carús explica que pueden volar mucho y alcanzar un nuevo hábitat lejos de su lugar de origen. Un pájaro de la Patagonia, el yal negro, en cambio, empezó a usar los bosques como un lugar de descanso en su camino hacia zonas más cálidas durante el invierno.

Las 44 especies nuevas y las 126 ya registradas que se podían ver en la zona figuran en el listado que se puede descargar en Facebook en la página del Club de Observadores de Palermo.

Hay once variedades de aves rapaces, nueve de garzas, ocho de loros, ocho de patos, ocho de golondrinas, seis de palomas, cinco tipos de búhos o lechuzas que cazan durante la noche, cuatro de gaviotas y tres de carpinteros, por citar algunos ejemplos.

Ese registro distingue aves nativas de las introducidas por el hombre y de las que migraron naturalmente a la zona. Además define en qué temporada del año y en qué zona de los bosques se puede ver cada especie. Además, la guía está diseñada para tildar las especies a medida que se las ve.

Las razones que explican el hecho de que hay más variedades de aves en los bosques son muchas. «Se consolidó un corredor biológico que comienza en Parque Roca y el Riachuelo, continúa en la Reserva Costanera Sur, sigue por los bosques de Palermo, la reserva de Ciudad Universitaria, y más allá de la General Paz se extiende por las reservas de Vicente López, San Isidro y Otamendi», señala Francisco González Táboas, responsable de comunicación de Aves Argentinas. «Los desarrollos inmobiliarios han avanzado sobre ambientes verdes del Delta y humedales en las zonas ribereñas, lo que pudo haber obligado a poblaciones de aves a buscar otro hábitat», apunta Carús y aclara que el equipo que elaboró el censo llegó a una serie de teorías que intentan revelar el fenómeno, pero que aún no fueron investigadas con rigor científico.

Entre todas las teorías hay una estrictamente ligada a la conducta humana que no implica una intervención de la naturaleza. «Hay más observadores de aves y en Palermo hay personas que le dedican muchas horas. Eso podría explicar que se hayan visto nuevas especies. A lo que podría agregarse el dato inobjetable de que esos aficionados tienen equipos que permiten fotografiar e identificar a las especies», agrega González Táboas y expone que hace diez años Aves Argentinas tenía 800 socios y hoy suma 3000, mientras que estima que en el país hay 30.000 observadores aficionados.

Alejandro Pérez, presidente de la Comuna 14 y director de los bosques de Palermo hasta hace un año, agrega otra teoría para explicar la variedad de aves: «Los bosques son más amigables para los pájaros. La gente ya no los caza ni los molesta. Hay otra conciencia». Y luego detalla que «el parque tiene 370 hectáreas, de las cuales casi 190 son de acceso libre. Suma entre 5000 y 6000 árboles» y cada fin de semana «convoca unas 60.000 personas».

La variedad de especies, cantidad de ejemplares (se estima que hay 5500 ejemplares), la accesibilidad y el carácter abierto y público hacen de los bosques de Palermo un lugar cada vez más elegido para los observadores de aves. Las salidas mensuales que el Club de Observadores de Palermo organiza con su telescopio llegan a reunir hasta 200 personas.

Mientras tanto, el parque empieza a ser un destino incipiente para los 36.000 turistas que al año llegan al país con el objetivo principal de ver la mayor cantidad de las casi 1000 variedades de aves que hay en la Argentina.


Fuente La Nación – Foto: Diego Spivacow/AfV y Gentileza Diego Carús