El mes próximo lanzarán la licitación para la restauración y puesta en valor del Teatro Cervantes. Así lo anunció Planificación, al salir al cruce de una nota publicada en el diario La Nación, titulada «Cervantes, el teatro nacional con andamios casi históricos», en la que se sostiene que «no hay licitación abierta para las obras» de reparación.

El Ministerio también recordó que en su momento la Licitación Pública Nº 4/2014 de la Secretaría de Obras Públicas, «debió darse de baja porque ninguna oferta se ajustó al presupuesto oficial».

Por último, la cartera nacional subrayó que «técnicos del Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios y del Ministerio de Cultura están concluyendo la reformulación del proyecto para el nuevo proceso licitatorio» que se lanzará en julio próximo.


Teatro Nacional Cervantes, galería Fotográfica


 

Historia

La inauguración del Cervantes el 5 de setiembre de 1921, tuvo una doble significación. Por un lado, para el país, constituyó un verdadero acontecimiento cultural y social que convocó a artistas, intelectuales, políticos y, por cierto, a lo más granado de la sociedad de principios de siglo. El suceso mereció un despliegue excepcional por parte de la prensa porteña. Por otro, fue la cristalización del sueño más anhelado de la actriz española María Guerrero y su esposo Fernando Díaz de Mendoza, matrimonio que no sólo empeñó su voluntad y toda su energía, sino su fortuna personal para concretar el proyecto de construir en Buenos Aires el estupendo coliseo.

Actriz, directora de escena, maestra de artistas y musa inspiradora de los dramaturgos de su tiempo, María Guerrero llegó por primera vez a Buenos Aires en 1897, encabezando la compañía que dirigía con su esposo.

Tenía 30 años y un nombre que se asociaba con la renovación del arte dramático y escénico de España, donde el público la amaba. Sin ella, el teatro español contemporáneo, acostumbrado hasta aquel momento a los telones pintados y a un vestuario adquirido en las proximidades del Rastro, no hubiera alcanzado el apogeo que consiguió. Para el público burgués de entonces fue una revelación ver reconstruido el drama histórico en su verdadero ambiente y presenciar la comedia de salón en su apropiado marco de elegancia. No fue menor el reconocimiento del público argentino. La compañía Guerrero- Diaz de Mendoza o del Teatro de la Princesa de Madrid, que la Guerrero y su marido dirigían, rápidamente consolidó su prestigio en Buenos Aires. Durante la primera década del siglo XX, el desaparecido teatro Odeón la esperaba cada año para la presentación del amplio repertorio que ya sabía de los aplausos del público español. Jacinto Benavente, Eduardo Marquina, los hermanos Quintero, Ortega Munilla, y, por supuesto los clásicos Calderón, Tirso de Molina, Rojas, Ventura de la Vega, eran los autores preferidos de la actriz.

Los diarios y las revistas de la época no dejaban de elogiar las presentaciones de María Guerrero: «Su admirable temperamento, su vasta cultura artística, su dicción impecable…» «Las temporadas del Odeón constituyen uno de los acontecimientos salientes -y más cariñosamente esperados- de la vida invernal de la metrópoli… No sólo en el teatro, sino también en los salones y en las tertulias selectas de nuestro mundo social, se acogen y celebran íntimamente los rasgos ya familiares de la gentil artista: su conversación espiritual, su gracia tan castellana, su porte distinguido, en suma, su cultura de elevado gusto».

María Guerrero era una aristócrata a la española. Así la consideraban sus seguidores y también los intelectuales de la época por su amor al prójimo y por su sentido democrático de la vida. Es verdad que ella y su marido vivían y viajaban siempre como grandes señores que satisfacían sus deseos y caprichos; sin embargo, una generosidad sin límites impulsó siempre las acciones del matrimonio.

Los altos costos de mantenimiento y el enorme gasto personal que habían comprometido en su construcción derivaron en un fuerte endeudamiento. En 1926 sus propietarios decidieron vender el teatro al Estado que, gracias a la intervención del autor argentino Enrique García Velloso, pasó a ser Patrimonio Nacional.


Su arquitectura española

El teatro guarda un estilo arquitectónico estrechamente relacionado con el origen de sus donantes: netamente español con predomino del plateresco, aunque también con bastante estilo herreriano. Las fachadas reproducen las del Colegio Mayor de San Ildefonso de Alcalá de Henares.

Son tres las salas con las que cuenta el teatro, tanto para representaciones teatrales como de otras ramas artísticas. Su sala principal, María Guerrero, cuenta con una capacidad para 860 espectadores, distribuidos en una platea principal, palcos y balcones. La sala Orestes Caviglia, instalada donde antiguamente funcionaba la confitería, tiene una capacidad para 150 personas y, por último, la sala Luisa Vehil -también conocida como Salón Dorado por su decoración- no cuenta con escenario o platea, lo que permite adaptarla según las necesidades, incluso para puestas teatrales no convencionales.

Los materiales utilizados para su construcción fueron importados en forma íntegra desde diferentes ciudades españolas: los azulejos, de Valencia; las locetas rojas del piso, de Tarragona; las puertas de los palcos, de Ronda; butacas, espejos, bancos, rejas, herrajes y azulejos, de Sevilla; lámparas y faroles, de Lucena; la pintura para el techo, de Barcelona; y de Madrid su fabuloso telón original, devorado por un incendio que quemó gran parte del teatro -luego restaurado- en 1961.


Un espectáculo para conducir la visita guiada
al Teatro Nacional Cervantes

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La visita de los Guerrero

  • De: Tony Lestingi
  • Dirección: Tony Lestingi

Para grupos y colegios, con previa reserva: 

Dirigirse a Claudia Bravo.
[email protected]
Tel.:4815-8883 al 6 int. 137.
De 12.00 a 17.00 horas.