Sus 116.884 metros cuadrados los convierten en el centro cultural más grande de América, en el cuarto más grande del mundo y en el primero de este tamaño cuyas actividades son públicas y gratuitas. El volumen de la intervención hecha, y la importancia del edificio sobre la que se llevó a cabo convierten a la obra en una de las más importantes de la historia de la ciudad de Buenos Aires.

En una recorrida exclusiva para ver los avances de la puesta en valor, Télam pudo visitar parte de las instalaciones de lo que será «un gran faro cultural capaz de albergar todas las expresiones del arte y la cultura», un proyecto concebido por la presidenta Cristina Kirchner y su esposo y ex mandatario, Néstor Kirchner.

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El centro, que se encuentra en plena y febril obra para inaugurarse el 21 de mayo de 2015, emerge como el espacio cultural más grande de América Latina, comparable al Lincoln Center de Nueva York y dos veces más grande que el Georges Pompidou de Parí­s.

Este edificio de diez pisos y tres subsuelos tiene elementos que le confieren singularidad, como las dos salas de conciertos -una la llamada ballena azul con 1.950 asientos y otra más pequeña de música de cámara en el subsuelo para 540 personas-; seis auditorios multimediales; el Chandelier, una impresionante estructura vidriada que cuelga desde el techo y que será un museo de arte moderno y la cúpula restaurada, el primer mirador público de la ciudad.

En total, este espacio dispone de 51 Salas de exposición (el Chandelier de 220 metros cuadrados son dos salas) o 15.000 metros cuadrados para exhibiciones; una cúpula que da la vuelta por todo el diámetro del edificio con terrazas abiertas; tres restaurantes; 16 salas de ensayo; 18 vestí­bulos y 20 camarines.

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El cielorraso del Salón Eva Perón fue restaurado artesanalmente por especialistas.

«Tiene la más alta tecnologí­­a que garantizará una experiencia interactiva inigualable y estará conectado a una red troncal de fibra óptica 30.000 kilómetros a todo el paí­s, será el mayor centro cultural del paí­s», contaron desde el Ministerio de Cultura de la Nación.


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En las fechas patrias, la cúpula se ilumina con los colores de la Bandera Nacional.

La entrada, al costado de avenida Alem, sobre Sarmiento, es por la llamada «área noble», un nombre que deviene de la restauración de las instalaciones originales del Palacio -diseñado por Norbert Maillart y declarado Monumento Histórico Nacional en 1997- y de su mobiliario de la década del 20, también patrimonio nacional.

Escritorios, sillones, armarios y casi cinco mil casillas de correo provocan en los foyers centrales una interesante atmósfera, que hace que el visitante respire el espí­ritu de época del paradigmático lugar.

La simetrí­a del Palacio, que es casi el doble de grande que el Teatro Colón, es otra de las nociones fuertes de su arquitectura. Ambas alas del edificio son completamente iguales, con salas y auditorios en los pisos 4,5 y 6 que bordean un hall central.


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La cúpula cuenta con un sistema lumínico que puede recrear una paleta de más de un millón de colores.

Con accesos pensados para todos los visitantes, esta puesta en valor permite conocer los salones más importantes de este Palacio: el de Los Escudos, el de Honor, el de los Buzones y el Eva Perón, uno de los más atractivos que en los años 40 sirvió como despacho de la esposa del entonces presidente Juan Domingo Perón.


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Los vitrales del área Noble fueron totalmente desmontados para ser restaurados.

Dejando el vitraux del techo central atrás, que fue desmontado por completo para restaurarlo, se ingresa a otra área de este complejo cultural, conocida como «industrial», donde se incorporaron nuevos elementos arquitectónicos -quizás nunca vistos en el paí­s- y que combinan la elegancia del neoclásico con la potencia de la modernidad, envuelta en la estructura original del edificio.

Subiendo por escaleras o ascensores se accede a un impresionante espacio donde la mirada se posa en el centro: el esplendoroso Chandelier -candelabro en francés-, una estructura vidriada de exposiciones que simula candelabros colgantes y que están sobre una ballena azul gigante, una forma cetácea de hormigón cubierta de una malla metalizada que alberga en su interior una sala de conciertos y una de música de cámara.


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La denominada Ballena Azul, contará con un órgano de viento fabricado en Alemania, diseñado especialmente para esta sala sinfónica.

Con la acústica como estandarte de este lugar, se instalará allí­ un órgano de 3.858 tubos y 58 registros -uno con sonido tí­pico del norte argentino- diseñado especialmente en Alemania, «el más grande del mundo», dicen los que trabajan puertas adentro de este centro cultural, que está diseñado de tal forma que se filtra una cálida luz natural y se mezcla con la artificial.


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La Ballena Azul una sala sinfónica para cerca de 2000 espectadores.

Una mención especial merece la espectacular cúpula principal que emerge de este palacio, un antiguo espacio residual que fue restaurado y será reutilizado para usos sociales.

 

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Según los anfitriones, «se conservó la estructura metálica y su ornamentación y se puso una superficie de doble vidrio facetado», donde se reflejará un sistema de luces Led para combinar colores, formas y banderas de paí­ses.

Dentro de la cúpula ya se montó un escenario para recitales; hay un sector gastronómico y dos terrazas-miradores, una hacia el rí­o, la otra mirando a la ciudad, convirtiéndose así­ en el primer punto panorámico público de Buenos Aires.

Este norte visual permite observar una suerte de eje cultural y turí­­stico junto a otros edificios públicos y privados del corredor, como la Casa de Gobierno, la Plaza de Mayo y lo que queda de la Aduana Taylor que integra el Museo del Bicentenario.

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El edificio del Palacio de Correos fue el centro de los festejos por el Bicentenario de la Patria (2010).

Las obras y el proyecto -concursado y ganado por los estudios de arquitectura Bares y Asociados, de La Plata, y Becker-Ferrari, de Buenos Aires- se pusieron en marcha en 2009 bajo la órbita del Ministerio de Planificación, en tanto que los contenidos estarán a cargo del Ministerio de Cultura, a partir de su inauguración.

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5.000 casetas postales fueron restauradas y colocadas en el primer subsuelo, donde funcionará un Museo del Sitio.

«La idea es contar con un espacio moderno dedicado a las manifestaciones artí­sticas, como parte de un proyecto polí­tico democrático que busca propiciar la inclusión, la participación popular y facilitar el acceso a los bienes culturales a toda la comunidad», definen desde todos los sectores involucrados en la construcción y el funcionamiento de este imponente centro cultural.

Centro Cultural del Bicentenerio

Vista aérea del edificio cuando aún se encontraba en obras. 

Cuando hoy a la tarde se inaugure formalmente la obra de restauración e intervención hecha sobre el viejo edificio para convertirlo en el Centro Cultural Néstor  Kirchner, un diálogo profundo se habrá establecido entre la mejor tradición de la arquitectura pública argentina a más de un siglo de distancia. Una obra monumental en su construcción que pedía una refacción de una monumentalidad similar.

No hay otra sensación cuando se camina por las entrañas del edificio refuncionalizado, restaurado en su patrimonio, intervenido con la mejor técnica, puesto al servicio de la cultura para todos los argentinos, que la de pensar en aquellos días de fin del siglo XIX y sentir que lo que se ha hecho dialoga con los mejores momentos del Estado argentino moderno.